09 agosto, 2009

Miedo a la Gitana


Fue aquella tarde en la que el Nene decidió pasar la hora de la siesta sentadito en la vereda, quizás fue que He –Man no quiso luchar contra el mal aquella tarde. La cuestión es que el Nene salió a la puerta, descalzo y con la cara sucia con toda la intención de merendar al ritmo de un verano a las cuatro de la tarde.
Casi ceremonialmente abrió el paquete de sus galletitas preferidas: Coco, las de las letras grandes blancas y marrones.
No había comido más de dos cuando pasó una gitana. Esos típicos personajes de la siesta rosarina. Ojos verdes, cabello negro largo sujetado por un pañuelo rosa, una blusa a colores vivos y una falda amplia que apenas dejaba ver sus pies también descalzos. Sin mediar palabra, sin tan siquiera un gesto de advertencia, la gitana le arrebató el paquete de Coco’s y siguió su extravagante paso como si el Nene no existiera, sin que le importara absolutamente nada su merienda, su hora de la siesta y sus ojitos color “casi llorando”.
El Nene apretó los puños y llamó a He-Man, pero no vino y ante tanta desolación corrió dentro de casa y lloró.
Todos los días el Nene Girasol llora por sus galletitas, todos los días se acuerda de la gitana y de ese miedo que le ha dejado sembrado a la hora de la merienda.
El Nene es muy educado, cordial y procura siempre anteponer una sonrisa, desde pequeño le enseñaron a guardar las apariencias y que una buena primera impresión puede llevarte muy lejos. Pero los que lo conocemos sabemos que eso no es del todo cierto.
Al mismo tiempo que tiende educadamente la mano para saludar, en la otra, escondida tras la espalda, sujeta con fuerza un paquete de galletitas. Detrás de la sonrisa protocolar se esconde un terrible miedo a que le arrebaten nuevamente una de sus Coco. Se ha empecinado en que nadie más le pase por al lado y le arrebate algo suyo, no va a tolerar bajo ningún concepto que nadie descubra que detrás de su espalda esconde su vulnerabilidad más delicada, aquella que deja solo, indefenso y con un miedo perenne que no lo quitan ni He-man, ni las Brujas Buenas, ni el tiempo.
Pero a veces pasan cosas, cosas raras para el Nene, cosas que de tan raras pasan tan solo de vez en cuando. Hay días en los que el Nene sale a merendar a la vereda y pasa gente especial, gente que se parece a He-Man, o a Brujas buenas, algunos de ellos se detienen para decirle que no ande descalzo, que se puede resfriar y es entonces cuando afloja la manita y sin que medien palabras y sin tan siquiera la seguridad de volver a ver a esas personas, el Nene dice:
-¿Queres una masita?-
Y él se queda contento con la vida, con las galletitas y con las gitanas, porque donde hay villanos también hay héroes y lo hace feliz el pensar que todavía hay gente con la que se pueden compartir galletitas.
El Nene compartió una galletita hace unos días y está contento ¡Estoy tranquilo cuando el Nene está contento!
Tanto que ni la gitana me asusta.

2 comentarios:

sara dijo...

la gitana no es consciente de lo que pierde....esas galletas robadas jamás sabrán tan ricas como el regalo de recibir una de ellas cuando la suave mano del nene girasol se abre...

Eladio dijo...

Qué bonito... y el final me ha sorprendido... ¡es lindo compartir las galletas cuando se quieren compartir!