Primero hay que saber sufrir, despues amar, despues partir
y al fin andar sin pensamientos.
Después, qué importa del después
toda mi vida es el ayer
que me detiene en el pasado.
Y dice la Muerte:
Me gusta el tango
("El Lado Oscuro del Corazón")
Reconciliandome con ese que era feliz en un patio con ortigas sin más compañía que la hora de la siesta






El calendario de mi cocina tiene sarampión de circulitos rojos. Un marcador rojo se encarga de dejar constancia de todas las cosas que tengo que hacer: “Pagar la luz”, “Cumple de mi abuela”, “9:30 – Médico”, “Aniversario”, “Antirrábica de Lilo”. Sin embargo, y aunque agradezco la función clave del calendario para el funcionamiento de mi hogar, creo que se queda corto y que debería trazar circulitos rojos, o azules, o verdes para recordarme otras tareas igual o más importantes que pagar la el gas o el turno en la peluquería.
El Nene Girasol corretea sigiloso por la casa. No parece tener intención de joderme en absoluto, lo cual es bastante sospechoso. Se lo notaba ocupado y entusiasmado (a pesar del poco entusiasmo que pueda despertar un libro de “Física Quántica para Principiantes”). Incluso parecía importarle bastante poco que He-Man estuviera a punto de levantar la espada como hace siempre a la hora de la siesta.


Dentro de un par de días se cumplirán 30 años de que me subí… bueno, de que me subieron. Nadie me preguntó que me parecía, ni tan siquiera me preguntaron si prefería el caballito rosa o el autito azul. Me subieron y punto.
Hay dos grandes misterios que por más que me reviente la cabeza en intentar dilucidarlos no llego a ningún lado.
Soy verde. Camino ante la gente como si no me importara, como si mi color fuera el común salmón pálido de los que me rodean, pero ellos lo saben, yo lo sé, soy verde y soy un poco más distinto de los demás, aunque todos nos complotemos en hacernos creer mutuamente que eso no nos importa. Intento hacer creer que mi color no me importa, que lo llevo con gracia y que hasta puede convertirse en una especie de don que me destaca, pero no es verdad ser verde es desagradable, no tiene tono esperanza, es más bien color celos, color ira, color malos recuerdos. Quiero convertir mi color en una gracia divina pero no acabo de creer en Dios y no dejo de esperar que milagrosamente aparezca un Mago Maravilloso o una Bruja Buena que me destiña.
