29 abril, 2008

Mauri, la diarrea verbal y yo II

Suena mi móvil
- Juan... ¿hasta cuanto podría gastar en hacerte un regalo de cumpleaños que sé que no te va a gustar?

Comparativas

Como ese billete fuera de circulación que se arruga en el bolsillo de un abrigo pasado de moda.
Como la cara o el nombre del cantante de la canción del verano del 96.
Como el tercer expulsado de la casa de Gran Hermano en cualquiera de sus diez ediciones.
Como el papelito en el que apuntaste el número de teléfono de aquel que nunca tuviste intenciones de llamar.
Como ése que se sentaba tres bancos delante de ti en la escuela, el del olor raro y la calcomanía de Guns n’ Roses en la carpeta.
Como el color de ojos de la cajera del súper que te mira mal y que lleva el uniforme arrugado.
Como el precio de una Big Mac, como el horóscopo del chicle Bazooka, como Scary Movie.
Quiero decir: Olvidable.
Como yo

21 abril, 2008

Treinta Vueltas

Dentro de un par de días se cumplirán 30 años de que me subí… bueno, de que me subieron. Nadie me preguntó que me parecía, ni tan siquiera me preguntaron si prefería el caballito rosa o el autito azul. Me subieron y punto.
Evidentemente me subí al caballito rosa aunque tardé varios años en advertir las connotaciones de la elección (si es que la hubo): era el caballito rosa quiera o no quiera. El autito azul era más estable, un poco mas aburrido eso si, pero más estable. Desde entonces doy vueltas, metros de vueltas, kilómetros de vueltas, océanos de vueltas, cielos de vueltas y sigo en el mismo lugar.
Mi caballito no funciona muy bien, a veces sube y baja, a veces se queda arriba y otras (las mas comunes) permanece al ras del suelo, hasta parece dejarse ganar por el autito azul, el helicóptero espacial o el hipopótamo verde.
Siempre veo lo mismo, todo gira conmigo y si miro hacia adentro las figuritas que me persiguen son las mismas. El mismo dibujo de Petete, el mismo He-Man y el mismo Mickey Mouse mal dibujado encima del espejo en el que me reflejo y en el que cada vuelta me veo más distinto. He escuchado que los dibujos que se ven del otro lado son distintos pero es bien sabido que mientras esté atado a mi caballito rosa me será imposible verlos. A veces los imagino, o los sueño pero nunca consigo verlos.
Desde abajo, desde atrás de la baranda la gente festeja y me saluda excitada cada vez que doy una vuelta, parece que no me hubieran visto en años, como si el tiempo trascurriera distinto para mi que para ellos y a veces, hasta tienen el mal gusto de sacarme fotos. Sin embargo, hay vueltas en las que cuando paso a su lado están mirando a otro lugar y si bien me resulta bastante estúpido que me saluden a cada vez, suelo sentirme extraño cuando hablan entre ellos y mi victoriosa vuelta inútil pasa inadvertida.
A veces lloro. Hay momentos en los que me apetece probar el helicóptero, o el autito pero no: no se puede, el mío es el caballito y chito la boca. Sin embrago, los demás se cambian, sin límites ni escrúpulos, hay algunos que ni siquiera se quedan siempre en el mismo y me pasan por al lado como ganándome la carrera de las bicicletas fijas, como Pierre Nogolluna, que no importa lo que haga pero nunca gana la carrera de los autos locos.
A veces quiero bajarme, a veces me aburre, o me marea, o me siento idiota, o quiero vomitar o simplemente quiero bajarme y punto y cada vez que amago con hacerlo los que me miran desde la baranda parecen enojarse, como si desperdiciara esos 2 pesos que invirtieron en lo que se supone que debe hacerme feliz. Y ahí viene la culpa y mis mil excusas y argumentos: “si me lo pagaron me la tengo que aguantar”, “Con lo feliz que parece saludándome a cada vuelta…me da pena privarlo de ese placer”, “Como voy a bajarme si no hace mas que sacarme fotos montado en mi pequeño pony averiado”. Y entonces me quedo dando vueltas. Me seco las lágrimas de nene maricón y caprichoso y doy una vueltita más, aprovecho a llorar cuando estoy del otro lado y sin que se note, vuelvo sonriente para la nueva foto.
Lo más raro, o cómico, o trágico, es que no sé como hago, pero cada vez que la calesita parece detenerse, cuando parece que finalmente tengo la chance de bajar, o al menos de cambiar de vehiculo, todo empieza otra vez. No sé en que maldito, o bendito, o ambiguo momento he agarrado la sortija, la sostengo girando en mi dedo de señalar si acabar de entender que mierda hago yo con mi derecho a una vuelta gratis en la mano.
Justo cuando quiero devolverla, justo cuando quiero perder la sortija en el culo de quien me la dejó agarrar observo a todos los míos festejando el haberla obtenido.
Ya no puedo bajarme del pony rosa, el hipopótamo verde ya está ocupado al igual que el autito azul y el helicóptero espacial. Mi pony sigue roto, no sé si en esta vuelta va subir, o a bajar o se le va a caer el pelo anaranjado, solo sé que mi única opción es el pony y me jodo.
Acomodo el culo en la montura, tiro 30 lágrimas donde nadie me vea y sonrió para foto. Están todos tan felices de que siga montado en el pony que me da vergüenza llevarles la contraria, dibujo una sonrisa tan espléndida como falsa y saludo con la misma excitación de mis espectadores
En el instante milimétrico del flash de la foto lanzo una plegaria al Mickey Mouse mal dibujado: No me hagas agarrar la sortija otra vez, por favor.
Al Nene Girasol tampoco le gustan los cumpleaños y si hay algo en lo que estamos de acuerdo es en que no es buena idea festejar los cumples en una calesita.

04 abril, 2008

El Hijo de Charly

Hoy me acordé de vos. Si, de vos.
Siempre me acuerdo de vos, todos los días. Los martes hasta te recuerdo cuatro o cinco veces y si cae en trece puedo rozar las veinticinco.
Pero hoy fue distinto, como si me hubiera levantado con un pañuelo atado al dedo para acordarme de acordarme de vos.
Me vi rodeado de tu imitación barata de CK ONE, de tu canción favorita de Charly García y de tu peli porno grabada encima de una película vieja de HBO.
Volví a estar preso de los vidrios empañados de tu Falcon verde desde donde me veo corriendo en la oscuridad del rosarino parque España intentando rescatar el anillo barato que compramos a unos hippies y que tiraste al Paraná junto con mi dignidad y mis infundados planes de futuro incierto.
No te quiero, lo sé. ¿Te quise alguna vez? ¿Te hubiera querido de verdad algún día? Creo que bauticé con el nombre de amor algo que, claramente, se llamaba soledad. Aun así no olvido recordarte. Aun así no consigo recordar el proponerme olvidarte de la misma manera que me propongo dejar de fumar mientras chasqueo el encendedor.
Ojala supiera en qué parte del mundo estas y en qué punto de tu vida. ¿Seguirás acariciando la guitarra? ¿Seguirás fumando tu ego narcótico? Ojala pudiera tenerte enfrente para hacer realidad esa charla hipotéticamente hipotética que tengo estudiada desde hace ocho años, un mes y nueve días.
-¿Por qué te cortaste el pelo?
-Para olvidarte, pero me sigue creciendo
-¿Por qué no te gustan los Rolling Stones?
-Porque no, prefiero a Madonna

-Cuando me fui me olvidé de devolverte eso.
-No importa, te lo podes quedar, para siempre.
-¿Por qué? ¿Qué necesidad tenias de ser tan hijo de puta?
-Soy hijo de Charly Garcia
-Te lo perdono.