26 noviembre, 2010

La Paradoja del Girasol en Otoño


Un día como hoy, hace un año atrás, me escapé a la Ciudad del Otoño Perfecto con la única esperanza de que ése fuera el único lugar al que el Nene sería incapaz de seguirme.

Paradójicamente, fue el sitio en el que más cerca lo he tenido.

La soledad en los momentos necesarios y la compañía en los momentos oportunos han hecho que desborde mis sentidos. Volví a saborear la llovizna en la cara y descubrir nuevos matices del color rosa. Abrí mis ojos a la belleza que se mostraba cercana y real en cosas que quizás nunca hubiera considerado como bellas. Me encontré solo con mis pensamientos, mis miedos y mis reflexiones y hoy, un año más tarde me animo a escuchar al Nene.

Me dice que ya es hora, que ahora me toca a mí, que ya puedo seguir los caminos que me daban miedo, esos que me llevan a no-se-donde pero que me muero de ganas por descubrir. Me anima a que haga lo que hicimos allí, a caminar hacia cualquier lugar sabiendo que algo maravilloso me puede estar esperando: un muffin de plátano, una bruja buena que vende libros, la música de un saxo, una señora y un perrito tomando el té , un árbol rojo, o amarillo, o rosa, o…

Hoy vuelvo a caminar por Toulouse, me pongo los cascos, me envuelvo en la bufanda todo lo que el viento me permita y salgo a caminar. Pero primero cierro el mapa, lo guardo en la mochila y que mis pasos me lleven donde quieran. Confío en ellos.