31 julio, 2008

Fecha en el Calendario

El calendario de mi cocina tiene sarampión de circulitos rojos. Un marcador rojo se encarga de dejar constancia de todas las cosas que tengo que hacer: “Pagar la luz”, “Cumple de mi abuela”, “9:30 – Médico”, “Aniversario”, “Antirrábica de Lilo”. Sin embargo, y aunque agradezco la función clave del calendario para el funcionamiento de mi hogar, creo que se queda corto y que debería trazar circulitos rojos, o azules, o verdes para recordarme otras tareas igual o más importantes que pagar la el gas o el turno en la peluquería.
“dejar el melodramatismo”, “buscar mi Paz”, “confesar mentiras y reparar daños”, “dejar de lado conflictos de fe y tomarme un café con Dios”, “no olvidar mis principios”, “acordarme de los que se acuerdan de mi (y de los que no)”, “acabar todos los libros que dejé a la mitad”, “recordar la responsabilidad de tener amigos”, “decirle te amo a mi marido”, “hacer algo que me asuste”, “bailar como un tarado, en bolas y arriba de la mesa”, “curarme”. “DEJAR DE SENTIRME INCOMPLETO”
Justo cuando miro el colorido sarampión de mi calendario veo que el Nene Girasol traza un círculo en el día de hoy. Dice:
“Dejar de escribir en el blog cosas que nunca voy a hacer”
El Nene Girasol me conoce lo suficiente como para saber que nunca obedezco los calendarios ni las agendas y como respuesta a eso solo puedo escribir en el día de mañana, con fosforescente, con una estrellita adhesiva y con el propósito serio de obedecerlo:
“Ignorar a ese pendejo toca-pelotas”

23 julio, 2008

Ocho años en el Mundo


Hace 8 años los inviernos eran más largos. El mundo era distinto, New York tenía sus Torres y conocíamos otro Papa. Youtube no existía y las casillas de correo se llenaban con dos fotos. Hace ocho años no existía la palabra metrosexual y cacerolazo era un golpe en la cabeza con una olla, asi como los mensajes de texto eran impensables y la viborita el juego más sofisticado del móvil.
Hace ocho años no había nacido Nemo, ni el hijo de Vanesa, ni mi perrita. Mirábamos películas en video y el DVD parecía algo inalcanzable. Ocho años atrás escuchaba en mi disk-man (sin saber que llegaría el ipod), aquella canción de Alanis que hoy la pasan en la sección de clásicos de MTV. Pocos sabían lo que era un mp3 o que el emule arrasaría con el Musimundo de calle Córdoba. Las migrañas eran mal de ojo y el estrés estar hasta los huevos del trabajo. Ocho años atrás no se soñaba con un presidente norteamericano negro, ni se tenía la pesadilla del calentamiento global.
Hace ocho años odiaba el color verde y amaba el negro y mi actriz favorita era Wynona Ryder. La madurez era algo lejano y la juventud, como la prolongación de la adolescencia, parecía eterna.
Hace ocho años el mundo era distinto, la gente era diferente, la vida se mostraba de otra forma.
El mundo cambió tanto que solo lo advierto cuando en días como hoy hecho la mirada al pasado agarrándome la cabeza al advertir que ya formo parte de aquellos que dicen “cuando era joven”.
Lo cierto que es que gracias a Dios hay cosas que no cambian. Hace ocho años me acuesto a tu lado sin tener miedo a que el mundo dé un giro inesperado, sin miedo a la gente, ni a la vida. Porque hace ocho años duermo al lado de una persona capaz de crear un mundo paralelo que cambia sin dejar de ser el mismo en su esencia.
Un mundo donde siento que todo lo que importa es poder despertarme con tu aliento en mi espalda y acostarme refugiado en tus brazos.
En estos últimos ocho años cambió el mundo, cambio la vida, cambio la gente, pero la necesidad de tenerte es la misma, la certeza de que sean tus labios los últimos que deseo besar y tus ojos los últimos en los que quiero verme siguen patentes, firmes e inamovibles como aquel 24 de julio del 2000 en el que supe que eras mi mundo, el único mundo en el que iba a querer vivir por siempre y en el que estaría a salvo de cualquier cambio fortuito del destino. Porque hoy, como hace 8 años, a pesar de que todo cambia, el mundo, la gente, la vida… yo, seguís siendo ese universo en el que me permito no temer a nada.
Gracias por mantener intacto el mundo de tu amor, lejos de cambios drásticos, tragedias y paradojas, gracias por hacer de mi mundo y de todo lo que lo rodea un lugar seguro y amable, porque aunque lloro, grito y me desespero, siempre hay un momento en el que vuelvo en si y caigo en que a pesar de mi, estas a mi lado, sosteniendo mi mundo.
Gracias porque si, porque es cierto que el mundo es un lugar mejor desde que estás en él y porque a pesar de todo lo que acontece, cada vez que me decis “te amo” siento la tranquilidad de que nunca pasó ni pasará nada malo en este mundo, que cambia sin que me de cuenta y sin que me importe demasiado.
¡Feliz aniversario!
Te amo

11 julio, 2008

Maquina del Tiempo (improvisada y selectiva)

El Nene Girasol corretea sigiloso por la casa. No parece tener intención de joderme en absoluto, lo cual es bastante sospechoso. Se lo notaba ocupado y entusiasmado (a pesar del poco entusiasmo que pueda despertar un libro de “Física Quántica para Principiantes”). Incluso parecía importarle bastante poco que He-Man estuviera a punto de levantar la espada como hace siempre a la hora de la siesta.
A decir verdad no estoy demasiado integro como para soportar los embistes de semejante mocoso y resignándome a las consecuencias lo deje hacer lo que le saliera de sus aun lampiños huevitos.
Dibuja algo extraño en la última hoja del cuaderno de comunicaciones y como quien hace la compra del súper recorre la casa en busca de cosas, mientras tanto repite por lo bajo, como quien pretende memorizar algo: “la velocidad es igual a la distancia dividida por el tiempo”.
Revuelve toda la casa, ya bastante revuelta, y reúne un tenedor, la tarjeta de memoria de la Play Station, las pilas del despertador, el cable de la plancha, el palo de la escoba y el del secador, la antena de la tele, el motor del secador de pelo de los perros y una calcomanía de coca cola.
El Nene Girasol está fabricando una máquina del tiempo y para el asombro de todos, con éxito.
Sin darme el lujo de contradecirlo y haciéndome el amigo lo convenzo de que me deje subir. Él, lejos de hacerme las cosas difíciles, como es su costumbre, accede amablemente dando una palmadita de invitación en el asiento del acompañante. Aprieta un botón (que en su momento perteneció a la tostadora) y viajamos al pasado. Claro que la maquina de un nene de nueve años no funcionaría como la de Julito Verne. Esta sólo muestra las cosas que quiere.

Descubro:
-Todas las cosas que perdí
-Toda la gente que lastimé
-Todas las mentiras que dije
-Todos los instantes que perdí
-Todo lo que nunca hice
-Todos los sueños que tuve
-Todas las cosas que no cambié

Regresamos casa a la misma hora de la siesta. El esboza una sonrisa cínica mientras ve a He-Man levantar su espada. Se que se ríe de mi, que permanezco sentado con cara de poker pensando en lo poco productivo del viaje y en que me quedé sin secador, sin escoba, sin despertador, sin plancha y sin Play Station.
¡Odio a este pendejo!