27 junio, 2008

¿Vampiro?


Me miro al espejo y no me veo.
Como una especie de vampiro exento del vicio de la sangre ajena me alimento de mis propias lágrimas y mis tan conocidos malos humores. Duermo el día y vigilo la noche a la espera de una idea, o de un arranque de valentía o de una palabra mágica que me exorcice de mi propio espíritu.
Como un buen hijo de la luna contemplo la ciudad que me encierra desde más allá de mi ventana y desde un monitor observo con pánico el mundo que me rodea y al cual no me animo a salir ¿Por miedo a quemarme? ¿Por miedo a no quemarme? No lo sé.
Sé que no quiero ser vampiro, sé que me gusta el ajo en las pizzas y que indudablemente me dolería una estaca de madera en el pecho. Busco mi reflejo en el baño, en los ojitos de mi perra y en el metalizado de la pava del mate con el único afán de refutar mi vampirismo.
Me limpio los lentes y desempaño el espejo y, efectivamente, allí estoy, con mi cara de siempre, la de “no pasa nada” o la de “lo estoy llevando con gracia”.
Compruebo que no: NO soy un vampiro, SI me veo en el espejo.
Lo malo es que las sombras en los espejos son muy difíciles de distinguir.
Lo bueno es que al menos en mi sombra está el hombre que fui y el que espero pronto volver a ser.
No ser un vampiro es un paso adelante, significa que, aunque no lo crea, el sol no me va a quemar cuando salga, que las gotas de lluvia no están benditas y que el mundo no es un jardín de ajos.
Las leyendas son mentira, las sombras no.
No es mentira el hombre fui, no es mentira que duerme en mi sombra y que despertará cuando logre finalmente volver a ver la luz del sol.
El Nene Girasol necesita ver el sol y sé que se lo debo.

No hay comentarios: