26 enero, 2010

La Naturaleza de las Zanahorias


Y todo está igual. Las zanahorias colgantes desaparecen sin tan siquiera darme la posibilidad de probarlas y me enojo porque aun no comprendo que ésa es la naturaleza de las zanahorias colgantes, nunca dejarse alcanzar y hacerme caminar como un idiota creyendo que estoy ganando una carrera que en realidad estoy corriendo al revés.
Y corro para llegar al mismo tiempo que corro para volver, y persigo cuando creo que escapo y huyo cuando creo que ya sé hacia donde tengo que ir. Y el camino de subida se convierte en la escalera mecánica que baja y el caballo al que quiero montarme es el de la calesita preferida del Nene Girasol: ¡Maldito caballo! Tan balnco y tan esbelto y lo único que hace es dar vueltas en círculo.
Y no importa donde vaya, ni cuando, ni con quien. Lo mismo da Argentina, Alicante o Cuenca. Da igual que apreté el paso o que camine como disfrutando de la lluvia. Sigo estando encerrado en casa, solo e intentando descifrar la contraseña de mi ropero. Sé que dentro, los “fantasmas del armario” siguen atesorando el mapa con el puntito rojo que dice “usted está aquí”.
Definitivamente, para saber adónde voy, irremediablemente necesito saber donde me encuentro y quizás esta desorientación crónica sea mejor que liberar a los fantasmas, quizás las zanahorias sean menos dañinas, o más mudas, o menos memoriosas. Las zanahoria se caen, o se pudren o se las comen los conejos, los fantasmas no. Los fantasmas están ahí, siempre y en todo lugar, porque esa es la gracia, la naturaleza de ser fantasmas.
Simplifica”, dicen las hadas buenas.
Simplifico: ¿Zanahorias o fantasmas?
Zanahorias. No soy tan valiente.

(Y escondido en el armario, junto con los fantasmas, el Nene Girasol se ríe de mi)

No hay comentarios: